Obras como regalos.

Eugenia Viña.

Peinetones enredados con hilos rojos, collares negros atravesados por agujas de tejer, gargantillas lujuriosas construidas con medias de nylon, ganchos de ropa y papeles que inundan de reflejos y de luz, latas aplanadas - devenidas metal que funcionan como talismanes. Las piezas parecen enormes colgantes dignos de una sacerdotisa pobre celebrando una ceremonia rica. Los cascabeles al colgar de alambres parecen círculos de oro y los papeles corrugados bañados por pintura negra y dorada se presentan como escudos, armazones protectoras, joyas. Dan ganas de ponérselos. A todos. Cada uno tiene una gracia y una sensualidad diferente. Imagino la sensación, parecen otorgar un gran poder, una posibilidad de transformación. La artista María Silvia Corcuera, dice “Lo pensé, pero son muy pesados y muy grandes”.

Pesados y grandes, pesados y bellos, collares como mantas, como radiografías sociales y como metáfora política. Los adornos, la vestimenta, las joyas, ayudan a velar la muerte, a inundar de gozo y risa tanto las heridas como las huellas. No es la primera vez que la artista trabaja en esta dirección. Corcuera indaga en la materia para comprender el presente mirando hacia el pasado, rastreando la historia y cuestionando los relatos construidos: “Argentia es Argentina y significa también plata. Como este país que se cree rico pero es insular, extremo. Nosotros no somos ricos. Argenta son las mentiras que compramos. Esa es una mentira que el mismo país compró. Allí nace la idea de ornamento, de esplendor. A este país pobre le regalo con mi obra, con la dote, el esplendor del ingenio de lo cotidiano. Con casi nada. Son obras construidas con estructuras de alambre que rodea el corcho del champagne. Como nuestra alegría, agarrada con alfileres de ganchos. Es ficción. Y ahora todavía más con tantos contrasentidos. Por eso sumé a la muestra dos papeles de la ciudad, de la serie Todo es un globo. Latinoamérica se construye como una ficción. Como en esa fábula en la que de día se construye y de noche de destruye.Por qué se destruye? Para seguir construyendo.”

Construir y reconstruir sentidos a través de los objetos y sus símbolos: peinetones, tatuajes, juguetes, ciudades (La ciudad de los días contados) y escudos (Las protegidas) son series de Corcuera a través de las cuales la materialidad constela la construcción de la memoria, con esculturas de personalidad contundentes que oscilan entre una añoranza de armonía y una innegable tristeza . Cielos, hilos de pérdidas, frágiles utopías, circo porteño, los dones, las mentiras, cansancio: títulos de sus obras que reflejan los tiempos por los que como un subibaja permanente parece moverse la Argentina.

Escribe la historiadora Ana María Presta en el texto curatorial: “La dote es donación, propiedad, legado y valor. Mercantiliza el cuerpo, cubre paredes y exhibe las cosas. Incluye lo nuevo y lo usado. Se mensura en dinero, muebles e inmuebles, ropa y enseres, adornos y joyas. La cabe un collar de esmeraldas y una gargantilla de azófar, un alfiler de perlas y otro de latón, una manilla de rubíes y un brazalete de abalorios, una cruz de ébano y otra de palo, un Cristo de plata y una lámina raída de San Antonio. Tiene especificidad de género, prefigura la clase y denota identidad. Alcanza, viste y desnuda a todas, ricas y pobres. Para que una mujer tomara estado, no fue posible prescindir de ella. Así lo evidencia María Silvia Corcuera en su obra en esta Argentia de hoy”.

En esa tensión, en esa dialéctica de la construcción y la destrucción aparecen las obras de La dote argentia. Un gran peinetón, reparado por la misma artista, del que caen hilos como plegarias; postales y pulseras chinas con imágenes latinas y españolas; cuentas de rosario que cuelgan como llanto, lágrimas. Son los hilos de la pérdida, dice Corcuera, porque uno en la vida va perdiendo. San Cayetano, presente en su clásica estampita. “Este año fui a San Cayetano, es una experiencia riquísima. Tienen ex votos, venden objetos religiosos que llegan del sincretismo brasilero. Tijeras, serrucho, corazones, herraduras de lata y metal que ves en mis obras. Es un mundo parelelo de inmigrantes que la ciudad no quiere ver. En esa feria se ve la vitalidad de todo ese mundo, tan invisibilizado, tan marginado”.

Allí, como en las obras de Corcuera, la moneda tiene dos caras: la sacro, con sus orígenes religiosos-culturales oriundos genuinos y lo pagano, lo religioso y la comercialización, parte de la globalización, imposible de evitar en este mundo que se construye como una torre de babel industrial. Corazones de lata, palo santo, estampitas religiosas y herraduras para simbolizar el azar. El azar tiene un peso importante, piensa en voz alta María Silvia Corcuera, el afecto, el amor...cuán azaroso son los afectos. Eso lo aprendí en los países del norte. Allí Alá es destino y nuestras vidas - ellos creen- están predestinadas, dice la artista. Como en La muerte y la brújula de Jorge Luis Borges lo que se despliega en el universo del cuento como la parte oculta de la trama, funciona como una invitación a que el sujeto lo convierta en su elección.

“Yo regalo, yo doy , lo que pienso en este momento, acá, de mi país”, afirma Silvia. Le pregunto por sus creencias, en esta muestra de una fuerza religiosa potente, aunque con rasgos paganos, sincréticos. Qué lugar ocupa en este derrotero Dios, le pregunto y me dice “No sé. Pero si existe, está en el silencio y los niños, de eso no tengo dudas”.

Juego y silencio, creación y silencio, vacío y regalo, crisis y reparación, Corcuera nos ofrece una dote, para aliviar con belleza nuestras penas: “En el hacer hay alegría. En la construcción de la imagen, me interesa la belleza . A mi me repara la imagen bella”, afirma la artista.

Si el deseo es el modo en que en cada existencia se resguarda del vacío, La dote argentia nos regala reliquias tan bellas, tan extrañas y tan complejas como nuestra historia.